Otoño me abraza, me asfixia, me arranca la piel a mordiscos. Y, tratando de huir, hallo las cadenas que me atan a su ser. Apresada en esta sala con mil demonios que torturan mi cuerpo, me consumo, dejaré como alimento para las gaviotas mi corazón putrefacto, herido por mil alambres de espinas, por palabras engañosas y promesas encarecidas. Me debatiré inutilmente entre mis fantasmas hasta que cobren vida. Y la vida se torne muerte. Y la muerte escoja el momento oportuno para brindarnos su presencia.
lunes, 30 de noviembre de 2015
lunes, 2 de noviembre de 2015
La desidia de las noches frías en las que me falta tu alcohol y me sobran las ganas, la acción, la pasión para esconderme entre unas sábanas. No es mi misión, si no cuestión de adicción y el regusto salado de algunas lágrimas. En calma busco tu mirada, tu caminar, te confundo y encuentro en alguna sonrisa extraña, desconocida, y vuelvo a estar perdida como Wally, presa como Willy, en tu encanto, en tu recuerdo, en el amargo sabor de unas palabras que se consumieron, unas promesas que se esfumaron, este lamento in crescendo. Que sigo viva aunque me hayas matado, aunque no lo creas, aunque temas tomar conciencia de la pérdida, del fracaso, de los duros golpes de la realidad, que te escupe en la cara sin piedad, sin antifaz. Y hoy voy a contar hasta diez, dejando a tu libre elección cómo aprovechar estos instantes, si con un beso, una disculpa, un nuevo intento o el proyecto de otro largo silencio.