No quiero decirte que perdí la ilusión, la esperanza, la vocación por el arte. No quiero mentirte. No quiero prohibirte consultar con mis ojos lo que mis palabras callan.
No dejé de escribir ni un instante. Releo y reviso. Me encierro, me hiero, me piso, quemo todo y vuelta al principio. Pero no he abandonado. Ni ayer, ni hoy. Y es probable que jamás lo haga, pues no forma parte de mi juego dejar a un lado todo lo racionalmente alcanzable. Aunque a veces el hoyo me tiente.
Estoy aquí. Voy y vuelvo, pero me mantengo. Nunca me he ido.
A menudo otoño llega con fuerza, me arranca todas las hojas secas, me desnuda públicamente y me envuelve en lágrimas. Pero no nací para ser un sauce, tampoco un roble. Es probable que me identifique más con un junco, insignificante, aparentemente frágil, siempre meciéndose, pero constantemente en pie.
Esta vez no voy a revisar nada. No pretendo hallar ningún tipo de perfección en mi discurso. Estoy aquí, no me he ido, he vuelto y soy yo. Son mis palabras, es primavera, estoy floreciendo y ningún otoño va a arrebatarme mis pétalos hoy.
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