He repetido tantas veces tu nombre que ya suena absurdo en mi boca.
No quiero que nos recorten en tiempo, en amor, en caricias, en pasión.
Me siento tan estúpida pensándote ensimismada. Me siento tan idiota escribiéndote en un estilo que a mi misma me empalaga.
Pero no quiero cortar las flores, aunque no sean árboles y, por tanto, no den frutos. Al menos son hermosas.
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