Me dejé las llaves en algún cajón ajeno, y ya no sé cómo forzar las cerraduras que me abren las puertas a mi propio ser. Todos mis esfuerzos se ahogan en las aguas de mi mirada, se disuelven cada mañana en el café. Mis opciones se agotan, hundiéndose hacia lo más profundo de la piel, quebrando, entrando en crisis sin generación que escriba bien. Son solo unas palabras, nada que me reconforte esta vez. Sé que ni cien primaveras traen consigo brisas suficientes para arrastrar las hojas que me arrancó este otoño, dejándome desnuda y vulnerable en este ring, pero aún en pie.
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