Que, hasta que te prendo, eres frío como el invierno en Siberia. Y tan solo esperas, libre de inquietudes, a que mi vaguardia arrastre a todas tus neuronas para hacer la revolución contra los prejuicios, tu artificial ética, tus aprendidas emociones. Y nos deconstruimos para amarnos. Y construimos unos nuevos cimientos más sanos, ensamblando las piezas con una pizca de libertad y varios kilos de buenas intenciones.
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