domingo, 29 de mayo de 2016

Good... Bye.

Observé sus ojos empañados al otro lado de la acera. De cuando en cuando, multitud de cuerpos se interponían entre nuestras miradas, ajenos al dolor, a la desesperanza que se extendía entre nosotros como una cuerda tensada. Infinidad de gotitas resbalaban desde su flequillo, para luego rodar por sus mejillas. Nunca le importó la lluvia. Nunca le importó nada en especial. Y sus ojos no parecían negarlo.
Musitó algo entre dientes, pero me hallaba demasiado lejos para oírlo, para comprenderlo, para alcanzarle. Entonces decidió marcharse de allí, y nadie supo o quiso detenerle.

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